La televisión, al igual que la radio, los coches, el teléfono o los ordenadores, forma parte de nuestra vida cotidiana y de nuestros hogares, y es además un elemento fundamental de la cultura de nuestro tiempo; puede ser un medio de aprendizaje, fuente de educación y conocimientos.
El niño convive de forma natural con ella, comparte con sus amigos y familiares los contenidos de la televisión, y lo que ve en ella interviene en su desarrollo como persona. La televisión debe tener su lugar en la vida de un niño como cualquier otra actividad de ocio (como jugar, saltar, correr, leer o escuchar música).
Sin embargo, hoy día los niños ven demasiada televisión; y esto conlleva dos problemas principales: el tiempo que pasan delante del televisor y la programación en sí misma, lo que ven.
¿Pasan nuestros hijos demasiado tiempo viendo la televisión?Los niños españoles dedican mucho tiempo a ver la televisión, siendo su principal actividad además de dormir. El promedio es de 22-25 horas semanales de TV, pero hay casas donde se ve una media de 6 horas diarias de televisión. En estos hogares suele haber pocos libros, poca música, la familia no viaja, ni pasea, ni va a los museos; tampoco se comunica fácilmente.
Dedicar mucho tiempo a la televisión supone dejar de hacer otras muchas cosas divertidas; hay que animar a los niños a hacer otras actividades, juegos y deportes, salir con los amigos. Para ello, los padres deben estar dispuestos a compartir más tiempo con sus hijos.
La televisión no puede ser un recurso fácil para desentenderse de los hijos, para que nos dejen un rato tranquilos, no es la "canguro" o niñera que mantiene quietos a los niños.
Otra costumbre a desterrar es la de tener encendido el televisor con el fin de tener compañía, porque se está aburrido o por pura inercia.
Ver mucha televisión produce fatiga y tensión nerviosa en el niño; a veces trastornos del sueño (insomnio y pesadillas).
Nunca se debe utilizar la televisión como premio o castigo; ni tampoco comer con la televisión encendida.
¿Qué aprenden nuestros hijos de la televisión?La televisión enseña, educa, informa; todo depende de la actitud de padres e hijos ante ella. Pero, ¿qué aprenden? No todo lo que sale por televisión es malo, pero hay que aprender y enseñar a usar la televisión.
La elección de los programas está en relación con la edad del niño. A los niños mayores hay que estimularlos a que ellos mismos elijan sus programas; pero los padres deben conocer los contenidos de los programas que ven sus hijos y, siempre que sea posible, ver la televisión con ellos.
Cuando un niño ve televisión puede tener dificultades para diferenciar bien la realidad de la ficción y hay que aclarar bien estas situaciones.
Además, hay mucha violencia en televisión, mezclada con historias de héroes, buenos y malos, que estimula conductas agresivas en niños y adolescentes. Hay que evitar programas saturados de violencia y agresividad, y explicar lo que ocurre en la pantalla y por qué.
En televisión, las escenas se suceden de forma muy rápida, no hay continuidad de acción ni tiempo para pensar. Los niños reciben una gran cantidad de información en muy poco tiempo; pero se limitan a escuchar de forma pasiva, sin participar ni discutir. Esta actitud la trasladan a otras situaciones como la lectura y el estudio, no piensan, no desarrollan su imaginación. Por ello, fomentar la lectura y escritura le permitirá conseguir una mayor riqueza expresiva, aprender a razonar y pensar. La lectura es un proceso activo, que crea inquietudes.
La televisión tiene un enorme poder para crear estados de opinión, sobre muy diferentes temas de la vida cotidiana, educativos y culturales; siendo muy importante que los padres conozcan los contenidos de los programas que ven sus hijos y tratarlos con actitud crítica y dialogante.
La publicidad en televisión tiene un gran impacto en los niños, muchas veces con información errónea o engañosa; y se centra en dos aspectos que conllevan hábitos de consumo negativos:
Impulsa a desear juguetes, que no siempre hacen lo que se ve en TV, y no son los más adecuados para ellos, ni por precio ni utilidad; enseñando a consumir por consumir.
Insta a consumir alimentos, en general poco saludables para los niños (bollería, golosinas, refrescos, comidas rápidas), que predisponen a caries, obesidad y malos hábitos alimentarios.
Una dieta variada y equilibrada y enseñarles a ver la televisión con sentido crítico evita estos problemas.
Televisión y violencia
Para asegurar el consumo de TV, las cadenas suelen abusar de los instintos básicos: sexo y violencia.
La Academia Americana de Pediatría ha aceptado la existencia de una relación causal entre la presencia de violencia en los medios de comunicación y la conducta agresiva de algunos niños. Aún sin estar establecida la correlación inmediata entre actos violentos y escenas similares emitidas por TV, parece fuera de duda que la visión de miles de asesinatos, violaciones, etc., parece desensibilizar frente a la violencia y generar la aceptación de vivir en un mundo violento. Por ejemplo, en los dibujos animados hay más episodios violentos que en los programas para adultos.
Los casos de violencia por mimetismo parecen tener su causa en la confusión de lo virtual con lo real, en la incapacidad de distinguir entre la lógica de la realidad, con su análisis ético, y la lógica interna del guión, con descripción de las imágenes. El ejemplo más clásico de confusión está entre las imágenes violentas virtuales (de película) y las reales de informativo (guerras, catástrofes, atentados, etc.).
Un niño normal en EE.UU. a los 14 años ha contemplado cómodamente 18.000 muertes violentas en TV, en Europa se emiten 40.000 homicidios anuales y en España más de 1.000 escenas violentas por semana. Por orden de frecuencia en Cataluña se pueden degustar golpes y agresiones, crímenes, exhibición de armas, violencia verbal y psicológica, vandalismo, secuestros, violaciones y agresiones sexuales, suicidios, torturas e incendios provocados.
Además, la violencia emitida no genera rechazo ya que "ganan los buenos y matan a los malos". El entorno violento es "realista", similar al del telespectador, presuponiéndose que la violencia es algo consustancial a nuestra vida cotidiana, implicando así al telespectador en un proceso de transmisión o aprendizaje social de valores morales y sociales.
Los niños menores de ocho años deberían aprender siempre, al lado del adulto que les acompaña ante la pantalla, a distinguir realidad de ficción y diferenciar así el discurso que ve en la pantalla de lo que sucede en su vida real, distinguiendo por ejemplo, violencia fílmica de violencia real. Debido a ello, las escenas de violencia muy claramente ficticias, con un entorno muy lejano al del espectador, ayudan a mantener la distancia con lo real y son menos perjudiciales que las realistas. Si recordamos los cuentos clásicos de la ratita, Caperucita, las cabritas, la Cenicienta, etc. comprobaremos que también estaban cargados de violencia, pero claramente ficticia y distante.
¿A qué conclusiones podemos llegar?
Ver menos tiempo la televisión es el primer paso en el camino correcto. En general, se recomienda no ver la televisión más de 1 hora al día (entre semana), y menos de 2-3 horas los fines de semana.
Ver la televisión en familia nos permite: conocer los contenidos de los programas que ven nuestros hijos y enseñarles a tener una actitud crítica y selectiva de todo lo que ven.
Es importante predicar con el ejemplo; los padres no pueden ser adictos de la televisión y deben saber discriminar los programas que ven en casa.
Fuente: Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria